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Paradigmas de comunicación científica: ¿cuál debe ser el rol del Área de Comunicación en las instituciones dedicadas a la investigación y la tecnología? – Atria

Paradigmas de comunicación científica: ¿cuál debe ser el rol del Área de Comunicación en las instituciones dedicadas a la investigación y la tecnología?

Por Eugenia Huinchulef

En las últimas décadas se ha puesto de manifiesto que comunicar los conocimientos a la sociedad y promover la construcción de una cultura científica forma parte de las responsabilidades de los organismos públicos de investigación. En este contexto, se debe proceder a analizar qué rol cumplen las áreas de comunicación, que comienzan a ser definidas como instancias de mediación o “interfaces” entre las instituciones científicas y las comunidades en las que estas desarrollan sus actividades.

Esto va de la mano con las estrategias y actividades que dichas áreas pueden promover a partir de la interrelación de distintas variables en juego: multiplicidad de saberes que se pueden y deben transmitir, una amplia variedad de destinatarios, la utilización de distintos medios de comunicación y recursos tecnológicos, disponibilidad de recursos humanos y materiales, un adecuado financiamiento y una clara política de comunicación institucional que incluya los temas considerados como prioritarios para divulgar socialmente.

El análisis de estos factores debe generar, a su vez, un replanteamiento acerca de qué paradigma de comunicación científica se ejerce en el quehacer cotidiano, el cual indefectiblemente se plasma en la proyección social de la institución.

Neffa y Cortassa [1] citan dos programas teóricos vinculados con las modalidades de comunicar ciencia que están vigentes y confluyen en las instituciones científicas públicas de Argentina. Por un lado, identifican el “modelo de déficit cognitivo” de los receptores y por el otro, el “modelo interactivo”, orientado a promover un diálogo horizontal entre ciencia y sociedad.

El primer paradigma, el modelo deficitario, reproduce el esquema unidireccional de los primeros enfoques teóricos elaborados para explicar el proceso de comunicación, que se resume como el pasaje de información de un emisor (científico) que dispone de conocimientos hacia un receptor (sociedad) carente de los mismos. Se considera, entonces, que la transmisión es efectiva cuando es posible modificar las percepciones y actitudes de los receptores hacia el tema. “El debate se centra en superar la inconmensurabilidad de los códigos entre expertos y públicos, o en el rol del mediador como un traductor para facilitar la comunicación entre ambos. Pero se fue acumulando evidencia empírica que contradecía el supuesto de una relación directa entre el nivel de alfabetización de los individuos y su valoración de la ciencia” [2]. Esta “visión dominante de la divulgación” se basa en la noción idealizada de un conocimiento científico puro, a partir de la cual los científicos llenan el vacío de información de un público que es analfabeto. “Los científicos saben, el público no sabe y los divulgadores son mediadores e intermediarios que traducen lo que los científicos dicen para que el público aprenda. Pero no necesariamente un público más informado es un público que apoye más a la ciencia”, afirma Ana María Vara [3].

El déficit cognitivo del público como modelo de la apropiación social de la ciencia es debatido desde la década de los 90s. Así, fueron surgiendo distintos modelos alternativos, nucleados en la denominada concepción interactiva del proceso de comunicación científica. Neffa y Cortassa describen este paradigma como una síntesis del “Modelo de las Tres D” de Miller [4], orientado a detectar y promover condiciones para el diálogo, la discusión y el debate horizontal entre expertos y públicos. En el enfoque interactivo se considera que los destinatarios cuentan con su propia dotación de saberes y competencias, valores y criterios, que les permiten asumir un papel activo en la relación. Asimismo, el público no es una masa homogénea, sino que existe diversidad. La ciencia se hace más cercana y real, pierde el supuesto halo de especificidad y lejanía intocable. Lewenstein [5] analiza tres perspectivas conducentes a considerar una mayor interacción del público con la producción y divulgación de la ciencia. Desde la perspectiva contextual, se subraya el carácter activo de la recepción de la información científica, influenciada por los factores psicológicos y contextuales propios de los receptores. Los estudios de experticia popular, a su vez, parten de una reivindicación del conocimiento local y de sentido común frente al rechazo y negación sistemática de esos saberes por parte de los especialistas. Por último, el modelo participativo se caracteriza por implicar a la ciudadanía en actividades destinadas a la discusión pública de temas de ciencia y tecnología, con una impronta subyacente de democratizar la toma de decisiones en ciencia y tecnología y el control de sus aplicaciones.

Vara [6] cita los trabajos de David Dickson – editor de la Revista Nature y co-fundador del portal SciDev.net- que se enmarcan dentro del modelo interactivo. El enfoque de diálogo promueve que los científicos que escuchen y respondan a las preocupaciones del público; esto implica que los investigadores puedan aproximarse al uso de un lenguaje más general y que el periodismo científico se torne más pluralista en el uso de sus fuentes, incluyendo a otros sectores sociales. Y el modelo de dar poder representa a un público compuesto por ciudadanos que pueden participar en las decisiones públicas sobre la ciencia. Es así que el público debe disponer de información que implique una completa conciencia acerca del modo en que el conocimiento científico se produce y aplica, de manera que puedan tomar o apoyar decisiones correctamente informadas.

Según Neffa y Cortassa [7] se puede señalar que existe una brecha entre el discurso explícito y las prácticas reales que desarrollan los organismos públicos de ciencia en Argentina en materia de divulgación científica. Esto significa que, si bien se pretenden promover acciones tendientes a lograr un esquema interactivo en el marco de la divulgación científica, por otro lado siguen existiendo prácticas centradas en el modelo deficitario. Y es que la transición no es sencilla. Ante esta realidad, se proponen sugerencias tendientes a consolidar el papel de las interfaces (áreas) institucionales de comunicación como promotoras de una apropiación pública de la ciencia activa y crítica, dando por supuesto que son un mecanismo necesario para realizar la transferencia de conocimientos. Asimismo, además de la divulgación de conocimientos a través de los medios de comunicación, se deben poner en marcha otras experiencias que promueven una mayor interacción del ámbito científico y la sociedad: muestras, ferias, museos, utilización de herramientas de internet.

En una publicación para la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) en 2011, Vladimir De Semir [8] hizo una recopilación de recomendaciones de veinticuatro expertos en comunicación científica para mejorar la comunicación pública de las ciencias. Entre ellas se mencionan:

1). Los científicos y las organizaciones dedicadas a la investigación y el desarrollo deben seguir una política de confianza y una relación basada en el diálogo con el público, para lo que se debe promover la participación en foros, conferencias e iniciativas de debate;

2). Los científicos y las organizaciones de investigación deben reconocer la necesidad de enmarcar la comunicación para estructurar el diálogo y avanzar en el debate público más allá de los argumentos polarizados sobre diversos temas;

3). Los estudiantes científicos deben acceder a la enseñanza y aprender a comunicarse con los medios de comunicación y con el público;

4). Los investigadores deben resistir la tentación de describir sus estudios utilizando metáforas excesivas;

5). La comunicación de la ciencia debe investigar nuevas formas de acercarse al público más allá de los medios tradicionales;

6). Las organizaciones científicas tienen la necesidad de conocer los contextos de las numerosas actividades culturales a través de las cuales el público interpreta la ciencia.

Lograr que un área de Comunicación perteneciente a una institución científica emplee estrategias que enmarquen sus actividades dentro del modelo interactivo, significa la implementación de una política de comunicación destinada en cada una de sus acciones a cumplir con este cometido. No basta que se desarrolle una actividad, sino que todas las aristas de trabajo deben estar encaminadas a tal fin.-

[1], [2] y [7] – NEFFA, Gabriela y CORTASSA, Carina. Centro REDES. Un estudio de las áreas de comunicación científica de los organismos públicos de investigación en la Argentina. Revista CPS (Ciencia, público y sociedad), volumen 1, Nº 1, Buenos Aires, 2012 (págs. 2 a 16).

[3] y [6] – VARA, Ana María. El público y la divulgación científica. Del modelo de déficit a la toma de decisiones. Centro de Estudios de Historia de la ciencia José Babini – Universidad Nacional de San Martín. Revista Química Viva. Número 2, Año 6 agosto de 2007.

[4] – MILLER, S. (2001). Public understanding of science at the crossroads. Public Understanding of Science, 10, 115 –120.

[5] – LEWENSTEIN, B. (2005). Models of public communication of science and technology. Departments of Communication and of Science & Technology Studies Cornell University; 2003.

[8] – DE SEMIR, Vladimir. Observatorio de Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra. Meta Análisis: Comunicación científica y periodismo científico. Edición: FECYT – Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología. Barcelona; 2011.

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